“LA GUELAGUETZA”
La palabra guelaguetza es de origen zapoteca y quiere decir “ayudarse mutuamente en los apremios en que el individuo por sí solo no puede afrontar”; por ejemplo, guelaguetza es la ayuda que se prestan familiares, compadres, vecinos y amigos en fechas de compromisos laborales, agrícolas o la muerte.
Sin embargo, una cosa son los festejos del Lunes del Cerro y otra, Guelaguetza.
Más que un simple cerro
El origen de la festividad se remonta al tributo mexica que se daba al dios del maíz, Centeólt, y a Xilonen, diosa del elote o maíz tierno, en cuyo honor se realizaban danzas y comidas rituales.
Los antiguos pueblos ofrecían, además de sacrificios humanos, cantos y danzas, y para ello cada año subían al Cerro Tutelar o al Cerro Guardián.
En Huaxyacac (Oaxaca), que significa Cerro en la nariz de los huajes, los festejos y ritos se realizaban en lo que ahora se conoce como Cerro del Fortín, y que antaño era denominado por los zapotecas como Tani Lao, que significa Cerro de Bellavista.
En la cima de este cerro, al final del periodo posclásico cerca de 1486, los aztecas se asentaron a sus faldas por órdenes de Ahuízotl, el tlatuani o emperador, acción que dio origen a la actual ciudad capital.
La fiesta
Durante la conquista, y la consiguiente evangelización, las festividades a la diosa del maíz sufrieron transformaciones. Así, los colonizadores, viendo que los indígenas continuaban visitando anualmente el Cerro del Fortín, instituyeron la fiesta de la Virgen del Carmen, coincidiendo las fechas con las celebraciones prehispánicas.
Así, se estableció que la fiesta se celebrara el 16 de julio, con la condicionante de que si no es domingo, la fiesta se escenificaría el primer lunes siguiente a dicha fecha, con su correspondiente segundo lunes de festejo, ocho días después. Debido a esto, la festividad se denominó Lunes del Cerro.
Para sustituir el uso del “cempasúchil”, flor amarilla ancestral y de intenso aroma, que se ofrendaba a la benefactora del maíz, los religiosos católicos engalanaban el templo con flores blancas, especialmente azucenas, que se daban de manera natural en el cerro, como ocurre hasta la fecha.
Los festejos cristianos añadieron nuevos elementos y significados, algunos de ellos ya extintos en la actualidad, pero cuya trascendencia sigue vigente en muchos las fiestas de las comunidades del estado...
Uso y costumbre
El tequio, trabajo sin pago por la mejora de la comunidad, implica la designación de cargos dentro de la asamblea comunitaria, resumido en el principio de “mandan obedeciendo” que, sumado a la guelaguetza como sinónimo de ofrenda, es parte de los usos y costumbres entre los habitantes de la entidad.
Lunes del cerro familiar
Durante el siglo XIX, las procesiones del Lunes del Cerro permanecieron junto a la celebración de la Virgen del Carmen, así como el paseo del primero y segundo lunes al Cerro del Fortín o de la Bellavista.
En aquellos años, las familias preparaban almuerzos y comidas que disfrutaban en lo alto de la ciudad. En el lugar se podían comprar nieves de frutas, y los oaxaqueños paseaban entre los matorrales con la música de bandas de instrumentos de viento.
El valor de ofrendar
La mayoría de las comunidades indígenas mantiene como uno de sus pilares la solidaridad y el apoyo mutuo. Más que una costumbre es una actitud en la vida.
La valoración social encuentra en la fraternidad, el apoyo y el servicio el más alto reconocimiento comunitario.
La guelaguetza forma parte de esta costumbre indígena que encuentra sus raíces probablemente cuando los seres humanos domesticaron animales y se iniciaron en la agricultura.
En el Istmo de Tehuantepec se dice que la palabra guelaguetza deriva de la palabra zapoteca guendalizaá, que hace alusión a “una actitud, una cualidad con la que se nace; un sentimiento por medio del cual el zapoteca acepta, sirve y ama a su prójimo; es el sentimiento de parentesco, de hermandad, de compartir con todos los hermanos lo mejor de la naturaleza y de la vida”.
Texto completo ver: Patricia Briseño / Corresponsal
Excelsior23/07/2007
La palabra guelaguetza es de origen zapoteca y quiere decir “ayudarse mutuamente en los apremios en que el individuo por sí solo no puede afrontar”; por ejemplo, guelaguetza es la ayuda que se prestan familiares, compadres, vecinos y amigos en fechas de compromisos laborales, agrícolas o la muerte.
Sin embargo, una cosa son los festejos del Lunes del Cerro y otra, Guelaguetza.
Más que un simple cerro
El origen de la festividad se remonta al tributo mexica que se daba al dios del maíz, Centeólt, y a Xilonen, diosa del elote o maíz tierno, en cuyo honor se realizaban danzas y comidas rituales.
Los antiguos pueblos ofrecían, además de sacrificios humanos, cantos y danzas, y para ello cada año subían al Cerro Tutelar o al Cerro Guardián.
En Huaxyacac (Oaxaca), que significa Cerro en la nariz de los huajes, los festejos y ritos se realizaban en lo que ahora se conoce como Cerro del Fortín, y que antaño era denominado por los zapotecas como Tani Lao, que significa Cerro de Bellavista.
En la cima de este cerro, al final del periodo posclásico cerca de 1486, los aztecas se asentaron a sus faldas por órdenes de Ahuízotl, el tlatuani o emperador, acción que dio origen a la actual ciudad capital.
La fiesta
Durante la conquista, y la consiguiente evangelización, las festividades a la diosa del maíz sufrieron transformaciones. Así, los colonizadores, viendo que los indígenas continuaban visitando anualmente el Cerro del Fortín, instituyeron la fiesta de la Virgen del Carmen, coincidiendo las fechas con las celebraciones prehispánicas.
Así, se estableció que la fiesta se celebrara el 16 de julio, con la condicionante de que si no es domingo, la fiesta se escenificaría el primer lunes siguiente a dicha fecha, con su correspondiente segundo lunes de festejo, ocho días después. Debido a esto, la festividad se denominó Lunes del Cerro.
Para sustituir el uso del “cempasúchil”, flor amarilla ancestral y de intenso aroma, que se ofrendaba a la benefactora del maíz, los religiosos católicos engalanaban el templo con flores blancas, especialmente azucenas, que se daban de manera natural en el cerro, como ocurre hasta la fecha.
Los festejos cristianos añadieron nuevos elementos y significados, algunos de ellos ya extintos en la actualidad, pero cuya trascendencia sigue vigente en muchos las fiestas de las comunidades del estado...
Uso y costumbre
El tequio, trabajo sin pago por la mejora de la comunidad, implica la designación de cargos dentro de la asamblea comunitaria, resumido en el principio de “mandan obedeciendo” que, sumado a la guelaguetza como sinónimo de ofrenda, es parte de los usos y costumbres entre los habitantes de la entidad.
Lunes del cerro familiar
Durante el siglo XIX, las procesiones del Lunes del Cerro permanecieron junto a la celebración de la Virgen del Carmen, así como el paseo del primero y segundo lunes al Cerro del Fortín o de la Bellavista.
En aquellos años, las familias preparaban almuerzos y comidas que disfrutaban en lo alto de la ciudad. En el lugar se podían comprar nieves de frutas, y los oaxaqueños paseaban entre los matorrales con la música de bandas de instrumentos de viento.
El valor de ofrendar
La mayoría de las comunidades indígenas mantiene como uno de sus pilares la solidaridad y el apoyo mutuo. Más que una costumbre es una actitud en la vida.
La valoración social encuentra en la fraternidad, el apoyo y el servicio el más alto reconocimiento comunitario.
La guelaguetza forma parte de esta costumbre indígena que encuentra sus raíces probablemente cuando los seres humanos domesticaron animales y se iniciaron en la agricultura.
En el Istmo de Tehuantepec se dice que la palabra guelaguetza deriva de la palabra zapoteca guendalizaá, que hace alusión a “una actitud, una cualidad con la que se nace; un sentimiento por medio del cual el zapoteca acepta, sirve y ama a su prójimo; es el sentimiento de parentesco, de hermandad, de compartir con todos los hermanos lo mejor de la naturaleza y de la vida”.
Texto completo ver: Patricia Briseño / Corresponsal
Excelsior23/07/2007
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